María está mal, se le ve en la cara. Tiene una palidez y una tristeza preocupante y no me quiere contar porqué.
Me disgusta que no confíe en mí, pero respeto su decisión de mantenerse callada.
Por suerte pude frenar a Raúl cuando me dijo que iba a despedirla porque no está rindiendo como antes. Le va a dar quince dias de plazo para que se recupere.
Viniendo de Raúl, el gesto es extremadamente generoso.
Por suerte pude frenar a Raúl cuando me dijo que iba a despedirla porque no está rindiendo como antes. Le va a dar quince dias de plazo para que se recupere.
Viniendo de Raúl, el gesto es extremadamente generoso.
Ayer, aprovechando que el local estaba cerrado y que fue un día espléndido, decidí invitarla a caminar a lugares finos y a comprarnos cosas bonitas como si fueramos hijitas de un papá con tarjeta de crédito gold.
A cara lavada y con vestimenta normal salimos las dos. Me costó hacerla sonreír pero por unos instantes lo logré.
Nos probamos cosas que jamás hubiesemos soñado tener y por unas horas asumimos otra identidad. Despilfarramos todo el dinero ganado en el mes. Yo al principio no quise hacerlo, pero a ella no le importó.
–La vida es muy corta y hay que aprovecharla al máximo, me dijo.
Aunque se haya dicho muchas veces y sea una frase de marcador de libros, no deja de ser cierto. Por eso la imité y entre las dos acarreamos paquetes y bolsas de lugares top que nuestros padres nunca soñarían que pudiesemos siquiera pasar por la puerta.
Agotadas y estúpidamente felices, nos sentamos en una confitería elegante. Ahí le rogué una vez más que me confiara lo que le está pasando. Casi lo hizo. Lamentablemente un cliente del club andaba por ahí y nos reconoció. Cuando nos ofreció plata por una fiesta privada, se rompió la magia de la tarde y todo volvió a su soez rutina.
Lo despedimos excusándonos que era nuestro dia libre, pero el encanto ya se habia evaporado y María retomó la actitud de no querer decirme nada.
-No importa, le dije. Algún día me lo contarás.
Ella no asintió y salimos a caminar tomadas del brazo; con el sol maquillandonos el rostro y exorcisando penas en las bolsas rococó.