domingo, 27 de abril de 2008

Telón


Si bien en un principio me aferré al blog como tabla de salvación en un intento de escape momentáneo del personaje que me tocó representar en esta obra, la omnipotente realidad me demostró que no existe aquello que nos haga escapar de lo que somos, sino que debemos aprender a aceptar nuestra esencia porque ella nunca accederá a dejarnos libres.
Yo ya hice las paces conmigo misma, sé de donde salgo y me someto pacíficamente al destino que el azar tenga pensado para mí.

Es por eso que hace días que renuncié al trabajo y volví con Raúl. Me guste o no, esto es lo que soy, acá es donde pertenezco y acá es donde me voy a quedar. Renunciar al trabajo diurno fue como renunciar a querer ser otra persona, a vivir otra vida que no me corresponde. A ser una impostora, una estafadora de medio pelo.
Como el correr en círculos nunca lleva a ninguna parte, tomé la decisión de quedarme quieta y esperar a que la ciudad me encuentre, me desgarre y me trague.
Ahora, dentro de su estómago caliente, profundo y oscuro me siento a salvo porque sé que llegué a casa. Tal como debe ser.

Para no dejar cabos sueltos, también llamé a mis padres y les conté absolutamente toda la verdad con lujo de detalles. Lamentablemente fue tal como había pensado y en este momento se niegan a hablarme o verme.
Es irónico como todas las vidas son el reflejo de una sola, como todo vuelve a repetirse infinitamente en un ciclo eterno que erosiona cualquier posibilidad de cambio.
No estoy feliz, pero mientras veo las horas de este domingo en blanco y negro desfilar en cámara lenta por la ventana de mi cuarto, siento que por fin las piezas del rompecabezas están donde corresponden.

Sé que no tengo mas para ofrecer, sé que me voy a transformar en una persona sin sueños, sé que seré una huella mas de tantas, sé que me perderé en la multitud; pero antes que eso suceda bajaré el telón de este blog para que lo que una vez quise ser no se esfume, sino que quede bajo resguardo de estas letras que quizá algun día tenga el coraje de leer otra vez.

Quiero agradecerte por haberme leído, por haber estado siempre a mi lado aunque sea en forma virtual, porque lo virtual de alguna manera también forma parte de nuestra realidad íntima.

No tiene porque ser una despedida.
Tal vez algún día vos y yo nos encontremos.
Tal vez algún día dejes que mis piernas ambiciosas de vida repten por tu cintura; como una enredadera buscando desesperadamente la luz del sol.
Tal vez algún día me despiertes al amanecer con un beso en la frente y me digas al oído lo que nunca escuché, pero quise escuchar tantas veces.
Tal vez algún día, ese día se convierta en todos los días.

El último "tal vez" te lo cedo para que lo completes con lo que quieras soñar.


Es un "hasta siempre" con la boca, con las manos, con los brazos... con todo este cuerpo al que amo.
Porque es mío tuyo.

jueves, 24 de abril de 2008

Sin vuelta atrás

Me llevó la semana pasada íntegra, pero lo conseguí.
Frente a mí tenía todos los legajos de César; toda su vida sucia, todo lo que necesitaba para hundirlo, hasta el fondo si fuera necesario.

Hundirlo a él y a su mujer, que vería su carrera política que tanto le esta costando forjar hecha trizas, deshecha como una hoja de papel tirada en el mar.
No estaba feliz, pero me sentía segura, satisfecha y protegida por un aura invisible construída por mí.

Necesitaba urgentemente compartir esta ilusión de victoria. Estar un rato con amigos, charlar con alguien, ver ojos conocidos después de tanto tiempo.

Fue por eso que el viernes de madrugada pasé a ver a Raúl. Porque para bien o para mal, él y las chicas son los únicos amigos que tengo.
Curiosamente, no se sorprendió de verme. Todo lo contrario, miró como si me estuviese esperando hace tiempo y me sirvió una copa mientras yo contemplaba el show de mis ex compañeras, cómodamente ubicada en una de las mesas cercanas al escenario. Fue raro estar del otro lado, y no dudé en disfrutarlo.
Las aplaudí, les silbé, les grité, las miré con lujuria, tal como tantas veces lo hicieron conmigo.
Los clientes miraban entre curiosos y atónitos. El que pudieran pensar que yo era una lesbiana buscando sexo, me daba una agradable sensación que no podría describir aunque quisiera.
Me quedé hasta el final, porque quería salir con ellas, quería abrazarlas fuerte para que supieran que seguía en pie, contra todos sus pronósticos negativos.

En medio de las bromas, el humo de cigarrillo y la resaca, me acordé de María.
-Voy a ir a verla este fin de semana sin falta, les anuncié contenta.
-Como, ¿no te enteraste? María se murió hace quince días, dijo Laura. Nadie sabe que le pasó, nos chusmeó Raúl. Parece que fue una infección generalizada fulminante, ni siquiera él sabe bien como fue.

De esa manera comenzó mi noche mas terrible. Con Laura hablando sin parar de la muerte de María como si tal cosa, como si hablara de la muerte de un gato, o de una cucaracha que encontró en la pileta de la cocina.
No lloré. No pude, no quise.
Quedé en silencio, muda, sin palabras, inmóvil, de yeso.
-Bueno Male, nos vamos, dijo otra para cortar la tensión de una vez.
Tenemos que ir a trabajar a una fiesta privada y no podemos llegar tarde. Hay mucha guita de por medio.
-Yo voy si aceptan a alguien mas, dije de pronto para el asombro de todas.
-¿Estas segura?
-Es lo mas seguro que dije en mi vida.

Y fui. No se porqué, pero fui.
No es cierto; si se porqué.
Será idiota, pero quería sentirme María por unas horas. Quería ser ella, quería saber si podía así llegar a sentir su espíritu vivo en mi cuerpo muerto.
Y fue exactamente como me había imaginado.
Me cogieron por todos lados. Me acabaron en la cara, en la boca, en el culo, en los pechos. Pasaba uno tras otro, cara tras cara, conocidas unas y desconocidas otras.
Lo hice sin parar con todos y con todas; hice lo que tenía que hacer. Pero yo no estaba ahí, estaba muy lejos, estaba al lado de ella.
Igualmente eso no importaba; no estaban pagando por mí como persona, sino por mí como un objeto. Yo estaba a la venta y ellos querían comprar.

Después de seis horas me vestí como pude, agarré un sobre lleno de billetes que un señor muy bien vestido me entregó y corrí para mi casa abriendome paso entre el humo y el calor que caía sobre esta ciudad maldita.

Quedé acurrucada bajo la ducha tibia por una eternidad, como si ella fuera a limpiar todo lo que había pasado en esa noche. Pero no; en lugar de eso, solamente evidenció un hilito de sangre que brotaba por entre mis piernas. Ni me percaté que me habían herido tanto, pero lloré como una niña cuando me di cuenta que en realidad deseaba que nunca hubiesen parado de hacerlo.

En el mundo no debe haber nada mas triste que encontrar al amor cuando se es tarde hasta para reconocerlo.

No quise ir mas a trabajar.
Quise quedarme por siempre así, observando como el río color púrpura abrazaba mis muslos, acariciaba mis rodillas, besaba mis pies y después moría resignado en la alcantarilla.
Sin pena ni gloria. Exactamente como quisiera morir yo en este preciso instante.

viernes, 11 de abril de 2008

Un as bajo la manga


César siguió viniendo regularmente, no sé si para provocarme o porque realmente necesitaba reunirse con Jorge.
Su semblante está cada día mas adusto y preocupado, supongo que debe estar involucrado en algún problema judicial bastante grande; aunque eso no le impide incomodarme con sus gestos desafiantes cada vez que se aparece.
Jorge, por su parte, me observa callado, como un científico que estudia el comportamiento de su ratón blanco mientras toma notas en un cuaderno imaginario. No me gusta tener sus ojos clavados en mi nuca todo el tiempo; hacen que me sienta parte de un experimento en el que mi destino esta marcado por el resultado del mismo.

Mientras tanto, en la oficina se respira una calma alarmante, esa la clase de calma que antecede a una tormenta anunciada y destructora.
Sin dudas que este cambio de vida me ha vuelto tan paranoica como la mayoría de la gente.

La semana pasada durante el almuerzo una de mis beatas compañeras de trabajo se quejaba que la relación con su marido había llegado a un punto muerto y que el romance se había esfumado y todo lo que usualmente sucede en una historia de pareja con tiempo de convivencia.
Una historia de tantas -pensé- y me dispuse a volver a mi escritorio. Sin embargo, algo me detuvo y en lugar de retirarme me inmiscuí en la conversación sin pedir permiso y sin que me importase la posible censura posterior. Me atreví a hacerme cómplice de esa ama de casa insatisfecha y a darle consejos sobre como cambiar sus actitudes en la cama y a mejorar un poco su apariencia que hacía tiempo venía descuidando.
Desconozco si le darán resultado mis "tips" de revista femenina, pero lo importante es que esto hizo que de a poco me ganase la confianza de mis santas coworkers. No es que para mi vida sea relevante el contar con la aprobación del personal de la compañía (en realidad me importan muy poco todos ellos), sino que fue el único camino que encontré para llegar al objetivo que me tracé hace unas semanas: tener acceso a la información confidencial sobre los clientes de la firma.
¿Por qué? Porque César conoce mis miedos y yo quiero conocer los suyos.
Cuando cuente con ese as bajo la manga, será como esconder una calibre .45 bajo la almohada, lista para dispararle a cualquier intruso que me quiera acorralar.

Lo siento César, la ley de la jungla dice que sos vos o soy yo.
Y prefiero ser yo, siempre yo.

miércoles, 2 de abril de 2008

El diablo bajo el sol

-Ella es "la nueva", doctor - dijeron mientras el dueño estaba entrando en la recepción.
-"La nueva" tiene nombre - increpé, sabiendo que me estaba ganando respeto, aunque también enemigos
-Y "el doctor" también tiene nombre - dijo él con un guiño acompañado por una leve sonrisa.

Mientras nuestra penosa introductora se retiraba bufando, me informó que se llama Jorge y que lo podía tutear porque sino se siente anciano, a pesar de que lejos está de serlo.

Dicho esto, me deseó suerte y se encerró en la oficina.
Si es cierto que la primer impresión es la que cuenta, el resultado es positivo.

La tarde transcurría sin sobresaltos, como siempre. Entre atender el teléfono, dictado de cartas, mails y reportes, estaba bastante entretenida.

Entrado el atardecer y poco antes de la hora del cierre él cruzó la puerta y el tiempo se detuvo.
-Tengo cita con Jorge, dígale que vino César- me ordenó- y se sentó en la sala de espera sin quitarme los ojos de encima.
Que curioso saber tu nombre después de tanto tiempo y bajo estas circunstancias -pensé.

El rayo del último sol de la tarde entraba por el ventanal dándole justo de perfil.
Su rostro, desdibujado por las partículas de polvo que jugaban dentro del haz de luz, sólo dejaba en evidencia dos pupilas verdes que brillaban bajo unas cejas negras y tupidas.
Traté de no mirarlo fingiendo estar muy ocupada, pero no pude evitar alzar la vista.
El esperaba eso, lo sé porque me devolvió el gesto levantando una ceja mientras sus labios me dedicaban una mueca diabólica.
Esa cara casi bestial me provocó un escalofrío e hizo que percibiera su presencia maligna rondar por mis caderas, mis pechos y mi nuca para desahogarse en mis oídos con un susurro ensordecedor.
Sé que me reconoció, como yo lo reconocí a él. Espero que no le diga a Jorge de donde vengo porque perdería el trabajo.
La hora de salida llegó por fin y me liberó de la trampa, dejándome huir de allí torpemente y sin saludar a nadie.

Anoche no pude dormir. No sé si fue por el impacto de haberlo visto o por saber que no será la última vez que no alcance el sueño por su culpa.

lunes, 24 de marzo de 2008

La pecera

Frente a mi pasan las madres de la mano de sus hijos rumbo al colegio, los ejecutivos caminando apurados con el celular pegado al oído, las adolescentes riéndose por cualquier cosa, el albañil de cara curtida, gente que se quiere y se odia sin atreverse a decirlo… en fin, todos los estereotipos habidos y por haber y todos ellos con algo en común: caminan mirando para adelante como burros en la noria.

Y yo aquí, observándolos tras el ventanal limpio e inmenso como en una pecera; sentada inexpresivamente en un escritorio nuevo, moderno e impersonal.
Una lástima, me hubiese gustado que alguien lo ocupase antes que yo y hubiese dejado rastros de sus garabatos, sus apuntes y su agenda para la semana que viene. Hubiese ayudado a sentirme menos sola y aburrida.

Como el trabajo no es muy exigente, las horas marchan lento; por lo que me entretengo inventando historias sobre las personas detrás de la ventana.
Imagino a la señora dejando sus hijos en el colegio pensando en lo que podría haber sido su vida si no se hubiese casado con el primer novio, pienso en el ejecutivo que debe ganar una cuenta a como de lugar para evitar ser suplantado por otro candidato mas joven, pienso en esa pareja con cara triste porque el amor se ha ido, etc.
Tal vez algún día piense historias con finales felices.

Mis compañeras son bastante mayores, pacatas y santurronas. Hablan de los hijos, de la comida, de lo que vieron ayer en Intrusos, de que degenerada es Nazarena Velez, etc etc. Imposible entablar una conversación porque afortunadamente desconozco absolutamente todos esos temas y además porque tampoco me dan cabida en su círculo, es mas, me ignoran completamente. Mejor así.

El miércoles pasado vinieron a visitarme mis ex compañeras del club y no se si fue intencional o casual pero se fueron mas extravagantes que nunca.
Maquilladas como para el teatro, con plataformas altas como rascacielos, minifaldas diminutas, tops sin corpiño y uñas pintadas al rojo vivo. Estaban tan escandalosamente divinas que no pude evitar abrazarlas.
Nos fuimos a almorzar al barcito de enfrente y cuando nos vimos en el reflejo de una vidriera nos echamos a reír. Me decían que yo con mi trajecito gris, la camisa blanca y el pelo recogido parecía una vendedora de biblias que acudió a salvar sus almas y que si no me conocieran bien tal vez hasta las podría engañar. No les creí, a ellas no las engaña nadie.
Lo mejor de todo fue volver a la oficina y ver a mis nuevas compañeras reunidas susurrando bajo con caras todavía estupefactas. Creo que fue un acontecimiento tan inolvidable que tendrán tema de conversación durante meses.

La próxima semana viene el dueño, aún no lo conozco porque está de viaje pero dicen que es bastante exigente y riguroso, a pesar de ser un hombre joven.
Su mujer ha venido un par de veces a la oficina “a ver si hay algo que firmar”.
Ella es de las personas que impacta apenas la ves porque, si bien no es linda, es muy elegante, refinada y se viste exquisitamente bien.
Apenas me vio pidió que le llevara un café. Cuando entré a su oficina me recorrió con la mirada de arriba abajo e hizo un signo de aprobación con la cabeza, lo que me tranquilizó bastante.

Espero acostumbrarme a esta rutina. Tengo que hacerlo.
Tengo que convertirme en una pequeña burguesita que ahorra para comprarse el último celular, para salir los fines de semana y para hacerse la planchita en la peluquería.
Ojalá que cuando eso suceda todavía me acuerde de mí.

viernes, 14 de marzo de 2008

El lunes empiezo

Y no es una dieta, no. El lunes empiezo a trabajar, recién sonó el teléfono y eran ellos confirmando que me presentara a las 8 y media de la mañana. Este lunes no será un lunes marrón como dice Sabina. Será un lunes azul, como las pupilas del amor que aún no conozco.
Todavía no lo puedo creer, pensé que iba a ser mas duro pero, o soy muy afortunada, o me conformo con muy poco.
Entré en una compañía bastante importante como telefonista /recepcionista / secretaria /servidora de cafe / etcétera. Ojalá después pueda aspirar a algo mejor, pero lo importante es empezar por algun lado.
Todavía no le dije a Raúl, tendré que enfrentarlo dentro de un rato para decirle que mañana será mi último día. Creo que es un poco el sueño de todos el ir de golpe y decirle a ese jefe que no te gusta que no vas a volver. Y yo lo estoy viviendo.
Eso no quita que me entre un poco de nostalgia dejar el escenario, porque fue mi casa un buen tiempo. Este lugar fue espectador frío de tantas lágrimas, risas, puteadas, bajones, amores frustrados, enfermedades injustas, inocencia, obscenidad, impotencia, corrupción, indiferencia y felicidad momentánea.
Es por eso que no creo ser capaz de deshacerme de todo, porque sería deshacer una parte de mi vida muy importante. Voy a guardar la ropa, las plataformas y los brillos en un rincón del placard para verlos algun día que tenga ganas de revolver el pasado mientras tomo una taza de café y como bombones.
Nunca voy a renegar de lo que soy y lo que viví, porque de todo y todos aprendí muchísimo.
Aprendí a ser independiente, a saber lo que piensan los demás solo con verlos, a recuperarme de las caídas, a jamás mirar atrás y a creer en hechos, no palabras.
En definitiva aprendí a sobrevivir aquí, en la ciudad de la furia.

domingo, 9 de marzo de 2008

No va mas



Anoche quedé muerta después del show, entonces decidí irme a casa mas temprano y no quedarme a tomar algo en el vestuario con las chicas, como siempre.

Fue al cruzar el salón vacío que vi a Raúl sentado en una de las mesas y a Laura haciéndole sexo oral, seguramente a cambio de algún privilegio del que ya me iré a enterar en su momento.

Creo que ese fue el click que estaba necesitando para decir "no va mas".
No va mas con esto, no va mas con este trabajo, no va mas con vivir así.

Apenas consiga trabajo me voy de acá. Ya tengo el diario y mañana temprano me compro ropa adecuada para las entrevistas que puedan surgir.

Espero tener suerte. Poder encontrar algo como telefonista, secretaria, promotora, administrativa o lo que sea. Ya sé que voy a ganar menos, no importa.
Puedo sacrificar ciertos lujos a cambio de dejar de ser un vampiro que vive de noche y duerme de día.

¿Será este el comienzo o el fin? Ambos, seguramente.

Ojalá.

martes, 26 de febrero de 2008

Ell@

Raúl se arriesgó y contrató a un transexual para el show, lo que, obviamente, causó un revuelo terrible. Muchos clientes se fueron porque su homofobia es tan fuerte que no se permiten sentirse un segundo atraídos por un ser humano con tetas y pene, pero a Raúl no le importó porque muchos más se acercaron curiosos por verla.

Es la estrella del lugar, por eso no habla con nadie, no comparte ni lo que piensa ni en lo que cree. Ella se siente única y como tal se comporta.
Secretamente le envidio su libertad, su amor propio, su orgullo de ser lo que es, su actitud de cagarse en todos y, porque no, su belleza.

El otro día se acercó a mí y me pidió fuego. Cuando acercó su boca al encendedor pude verla de cerca. Tiene una mezcla hombre/mujer totalmente irresistible, al menos para mí. Ella se dio cuenta de mi mirada fija en sus labios y cuando se fue re regaló una guiñada mientras se sonreía de costado.
Mi pulso quedó mas acelerado que de costumbre, mientras el corazón comenzó a latir muy fuerte. La deseé muchísimo y me incomoda que haya pasado.

Ahora trato de evitarla, no quiero que al cruzarnos ella descubra mis ganas de conocerla.
No quiero ser evidente para nadie, no quiero tener actitudes obvias que demuestren nada de mí.

Elijo dejar mis ganas acá, bajo el amparo de palabras sin rostro.

martes, 19 de febrero de 2008

Un día cualquiera

Esta vuelta a la rutina me enfurece. Me da rabia adivinar que va a suceder mañana, pasado mañana, la semana que viene y no equivocarme jamás.
Me da rabia no poder escapar de las fauces del día a día, que carcome la imaginación y los sueños, que ata a la realidad sin dar permiso para una hora de locura.

Quiero insultar con palabras vulgares y soeces a todos los ojos sin vida que se me cruzan, golpear en el abdomen a los zombies que me pechan, escupir a los autos que se paran a mi costado y me dicen obscenidades, pisotear a todas las mujeres que se creen mejores que yo, decirles mi nombre a cada cara que mira a través de las ventanillas grasientas de los colectivos.
Quisiera gritar hasta ensordecer la ciudad entera, aturdir a todos sin piedad hasta quedarme sin aliento y obligarlos a ver más allá de la baldosa que están pisando.


Quisiera que fueras polvo, quisiera que te desvanecieras en el aire, quisiera inventar una fórmula mágica para que desaparezcas de mi vida sin dejar rastro.

Quisiera correr y no parar hasta encontrarte, solamente para que seas testigo de lo que has hecho de mí.

domingo, 10 de febrero de 2008

Garabato de un domingo triste

Te extraño tanto que me exaspera.
Ojalá pudiera volver al instante en que estaba rumbo a mis vacaciones en Uruguay, rumbo a conocerte, inocente a todo lo que vendría después.
Que deseo tan imposible como idiota, ¿verdad?
Tal vez porque tú nunca leerás este texto, es que me atrevo a reconocer que no hago más que pensar en tus palabras cotidianas, en tu olor, en el reflejo de tu sombra, en tu espalda sobre la arena fría, en tu mirada perdida, en tus celos irracionales, en tu forma de quererme por las noches, en tu forma de odiarme por las mañanas.
Me corroe recordar todas las veces que busqué tu cuerpo y tu sexo para beber de él y absorber hasta la última migaja de voluntad y dejarte hueco, sin esencia, sin memoria.
Porque eras carne y yo un buitre. Porque eras la presa frente al cazador. Porque eras mío, felizmente mío.
Será por eso que siempre vivirás aquí, hasta incluso después de que nos hayamos olvidado.

miércoles, 30 de enero de 2008

Lazos

Iba conduciendo rumbo a mis vacaciones cuando decidí desviarme del camino para ir a ver a María.
Me había contado que volvió a su casa, con sus padres. Me alegré y me sorprendí a la vez, pero creo que finalmente pude comprender de donde proviene el verdadero amor, el incondicional, el que no te cuestiona ni lo que sos, ni lo que has hecho, el amor que te ama a pesar de todo, el amor unido por la sangre.
Me consoló saber que esa clase de amor existe y que algún día yo lo daré y tal vez recibiré.

En una de las escasas veces que María me habló de su familia, me llegó a confiar que su madre era un ama de casa sumisa, sin opinión, gris, indiferente, un ser anónimo, invisible a los ojos de todos. Mi vieja me da lástima y vergüenza, confesó
En cambio, su padre era un militar retirado con cero amplitud mental, severo, autoritario que tenía a su esposa bajo sus órdenes, olvidando que la casa no es un campo de concentración.
Cansada de tanta estrechez e ignorancia, María decidió irse y el padre dejo bien claro que no la quería ver nunca más, que para él su única hija estaba muerta. La madre no emitió opinión alguna, pero creo que eso no sorprendió a nadie
Lo curioso es que, al enterarse lo que le pasaba a su hija, fue ese mismo militar adusto e insensible el que tocó la puerta del apartamento de María para rogarle que volviera.
No fui yo, ni Raúl, ni ningún amante del pasado, sino que fue ese hombre duro el que se doblegó ante ella pidiéndole perdón con hechos, no palabras. Tal vez vio su oportunidad de resarcirse. No se y no importa. Siempre se está a tiempo de cambiar, hasta en los últimos años de nuestra vida.

Cuando llegué, ella estaba en el jardín de su hogar en San Isidro, sentada bajo el caliente sol de la tarde y leyendo un libro (hacía años que no lo hacía). Muy delgada, pálida, sin maquillaje, despeinada y con las uñas desarregladas. Me senté a su lado mientras ella estiraba su mano blanca y helada invitándome a acompañarla mientras la madre nos servía té de camomila y el padre regaba orgulloso sus rosas amarillas.
Apretó mi mano con fuerza y mirándome a los ojos me sonrío de una manera que jamás lo había hecho.

Ahí supe que por fin ella era feliz, ahí supe que el pasado común que nos une es un lazo que nada podrá desatar.
Ni siquiera la muerte.




Para las Marías que fueron. Para las Marías que serán. Para las Marías que luchan por dejar de serlo. Para todas las Marías.
Para mi María.

miércoles, 23 de enero de 2008

Copias en carbónico

La semana pasada comenzó una chica para suplantar a María, que dejó de estar en primera plana. Nadie preguntó de nuevo por ella, a nadie le importa en donde ni como estará. Lo importante es seguir para adelante, porque no hay ser humano imprescindible.

Laura recién comienza en esto, debe ser exactamente por eso que Raúl la contrató, para pagarle una miseria y hacerla a su antojo.
Tiene 20 años y piensa que se lleva al mundo por delante, que no tiene nada para aprender. Justamente esa actitud desafiante la hace más niña todavía, aunque no lo quiera aparentar y se esconda bajo densas capas de maquillaje tosco y plataformas ridículas que la hacen ver ordinaria.
Si tan solo supiera que linda es y que fea se muestra.

Cuando nos pidieron colaboración para que le enseñáramos los movimientos, las miradas, la forma que debe actuar y hablarle a los clientes, yo no me ofrecí como voluntaria. No quiero involucrarme, no necesito mas cargas en mi vida. No quiero sentirme mal si después le sucede algo producto de su inexperiencia.

He visto pasar tantas chicas con las mismas expectativas.
He visto pasar tantas chicas creyendo que ingresarán a un universo glamoroso, divertido, pleno en sexo, dinero y hombres que las admirarán incondicionalmente.
He visto pasar tantas chicas con las mismas equivocaciones.
Tantas historias nuevas que no son más que copias en carbónico de historias viejas.

A veces pienso que mi existencia no es más que un absurdo deja vu, un espejo de otra vida de hace tiempo. A veces pienso que me gustaría correr a abrazar a mi padre y pedirle perdón.
A veces pienso que no debería pensar tanto.

Realmente no tenía ánimos para escribir, pero finalmente lo pude hacer gracias a que hoy María me llamó.

martes, 15 de enero de 2008

Vergüenza

Es imposible evitar los análisis clínicos a los que todas nos tenemos que someter periódicamente. Hay que cumplirlos a rajatabla, son las normas del establecimiento y las dejan en claro desde el primer día. Era evidente que alguno de ellos iba a delatar a María.
Supongo que aquella tarde no me dijo la verdad ante el miedo de pensar cual podría haber sido mi reacción, por eso debe haber querido retrasar ese momento lo más que pudo. Creo que hizo bien.

Obviamente que Raúl la despidió en el preciso instante en que se enteró. Es lógico, teniendo en cuenta que una noticia como ésta va a correr como reguero de pólvora, y eventualmente hubiese tenido que cerrar ante la merma de clientes. Lo prioritario es el negocio, no los empleados. Sucede en este y en todos los mundos.

Al no tener en el futuro el ingreso que actualmente costea su caro departamento, me pidió quedarse en mi casa hasta que consiguiese otro lugar más adecuado. Le expliqué que no podía ser porque mis viejos van a venir a visitarme dentro de pocos días y no tenía espacio.

Le mentí. Le mentí como me mentí a mi misma tanto tiempo diciéndome y diciéndoles a todos que soy incapaz de discriminar a alguien; pero los hechos me han demostrado que soy un saco de prejuicios. Bastante irónico e hipócrita, para alguien que hace lo que hago yo.
A pesar de estar mas que informada sobre como se contagia el virus, me sentí incapaz de convivir con una persona portadora de HIV. No sé como la miraría, como actuaría, como le hablaría. Tengo miedo de terminar reprochándole el haber accedido a todas las propuestas que se le presentaron, de juzgarla por inyectarse cualquier cosa para no enfrentar los problemas, de gastarse todos sus ahorros en frivolidades, tengo miedo de terminar diciéndole “te lo dije”. Pero sobre todo, tengo miedo de ver como se seca bajo mi techo sin que yo pueda hacer nada para evitarlo. Sin duda que los sanos tenemos mas miedos que los enfermos.

Curiosamente, cuando le dije que no podía vivir conmigo no se sorprendió. Creo que esperaba esa respuesta. Simplemente me acarició la cara, me guiñó el ojo y sonriendo se fue como si estuviese recorriendo un catwalk, casi sintiéndose orgullosa de ella misma por afrontar con dignidad lo que le está ocurriendo.

Es detestable mi forma de proceder, de solamente pensar en mí y no en ella. Soy detestable y aún consciente de eso, no hago nada para cambiar.
Los que dicen que María está condenada se equivocan. Yo y todos los que actúan como yo, lo estamos.
Tengo vergüenza de mí y me siento mal, muy mal. Necesito desaparecer por un tiempo. No se ni para qué, pero es lo que quiero.

lunes, 7 de enero de 2008

Si hasta el cielo se ha puesto a llorar

Cuando terminó el show y se quedó inmóvil en la silla, el corazón me dio un vuelco.
Lo vigilaba detrás de la cortina y seguía ahí. No sabía la razón, pero igual me ponía feliz porque tenía la lejana esperanza de que se hubiese quedado por mí.
De repente, va con Raúl y veo como él le dice que no con la cabeza.
Que horror me dio el pensar que, conociendo mi postura de no intimar con clientes, Raúl se hubiese negado a llamarme para no generar una situación incómoda.
Por eso corrí a tomarle del brazo antes que cruzara el marco de la puerta. Sentía que no llegaba mas, como los sueños en cámara lenta que hacen las cosas inalcanzables. Las piernas me temblaban, el estómago me dolía y las manos me sudaban. Parecía una actriz de novela almibarada.
Me acuerdo que solamente dijo “nos vamos” en tono casi prepotente y no esperó a que yo aceptara. Supongo que no era necesario, como tampoco lo era el mediar otra palabra por el resto de la noche.

Ojalá existiese la forma de describir lo que pasó entre esas paredes de la lujosa habitación. Fue como volver a nacer, como si no hubiese habido jamás un antes de ese momento, como si él fuese el primer hombre que tuve en mi vida.
Cuando me estaba penetrando por detrás, lo miré a la cara por el espejo. Debo haber tenido la expresión más ridícula y cursi del mundo, a juzgar por la mueca obscena que me hizo. Seguramente fue su intento frustrado de sonreír.

El no sabe hacer el amor. El transforma la cama en un campo de batalla, en un ring en donde lucha contra alguien o contra si mismo. Parece un depredador desgarrando su presa. Invade, trepa, repta, toma el cuerpo del otro como si siempre le hubiese pertenecido y ahora estuviese haciendo usufructo de su legítimo derecho. Me pregunto que guerra quiere ganar.

Quedamos exhaustos. En el momento en que le iba a preguntar su nombre, se levantó bruscamente a buscar un cigarrillo y pude ver en la pared la sombra de su tórax bajando y subiendo, todavía jadeando por mi culpa. Ese instante me deslumbró y pensé que valió la pena haber pasado todo lo que pasé en mi vida solo por vivir ese preciso segundo.
Me extrañó el que acercase el cigarro humeante al anillo de oro que siempre usa. Es una joya bastante curiosa, tiene como una suerte de sello en su parte superior, dando la impresión que fuese un símbolo.
Se acercó con su anillo al rojo vivo y lo presionó fuertemente en la cara interna de mi muñeca izquierda mirándome con furia.
Sentí muchísimo dolor, tanto como el placer que me invadió el pensar que me estaba haciendo de su propiedad. Tuve miedo de que siguiese, pero no lo hizo. Creo que mi vulnerabilidad lo detuvo. Me miró con gratitud, lamió la herida y me besó la frente.

Esa noche abracé su espalda y me dormí con una paz celestial. Cuando desperté, ya se había ido y en la almohada dejó dinero. Mi desilusión fue tan estúpida como vergonzosa.

¿Qué esperabas, idiota? ¿Qué te dijera que te ama? ¿Qué te pidiese matrimonio y te llevara a vivir con él?, me pregunté mientras la puerta lustrada del ascensor devolvía la asquerosa imagen de unos ojos escondidos tras las manchas de rimmel, el pelo revuelto y la minifalda arrugada.

En vez de contestarme, elegí volver a casa caminando para sentirme bendecida por la llovizna que había comenzado a caer.